Una de las características de nuestros tiempos es que cada vez más niños y adolescentes se adueñan de conocimientos a los que los adultos no accedemos. La irrupción de las tecnologías y los cambios acelerados parecen adecuarse más al ritmo de aquellos que los consumen que a la de aquellos que los sostienen. Esto es, si bien son los adultos los que posibilitan a niños y adolescentes el acceso a Internet, la compra de nuevo equipamiento y accesorio y aún, la posibilidad de acceder al entrenamiento en las mismas, de manera formal o informal. Y finalmente, ese mismo conocimiento que los adultos facilitan termina siendo vedado parcial o totalmente a ellos mismos.
Vivimos una época de "asimetrías inversas". Hace sólo 20 o 25 años atrás, un padre podía “jactarse” de poseer el más conocimientos que sus hijos, o bien las herramientas para acceder a ellos. Hoy es habitual encontrarse, como adultos, ante una realidad por la que no sólo no acceden a los mismos conocimientos sino que, tampoco conocen – en la mayoría de los casos – las herramientas para hacerlo.
En encuestas realizadas entre niños y adolescentes, éstos dicen percibir que la situación clásica de asimetría con los adultos se ha invertido o bien, ha desaparecido.
Tal situación nos plantea como adultos y educadores varios desafíos, el más importante de ellos, desde mi punto de vista, es
¿Cómo sostener y aún fortalecer el lugar de adulto-educador en este contexto desconocido?
Una de las claves en todo proceso educativo es el acceso a la información. Internet es – en su faceta epistemológica - una gran autopista de información variada, accesible en la mayoría de los casos, no siempre confiable. ¿Cómo es dable clasificar la información en Internet? Burbules categoriza la información según las cuatro I (Burbules & Callister, 2000): o Inexacta, ¿En qué se debe creer?
o Injuriosa, ¿Qué vale la pena?
o Intrincada, ¿Qué tiene sentido?
o Inútil. ¿Qué es lo relevante?
Esta primera distinción es útil para “desmitificar” lo que proviene de la red como necesariamente válido. El acceso a la información requiere del sujeto la capacidad de lectura crítica, comprensión del medio textual y no textual, y posibilidad de interpretar el lenguaje multimedial y su contexto.
¿Cómo validar la información de Internet?
En primer lugar, y siguiendo los postulados de la filosofía cartesiana, es necesario “poner todo en duda” y no dar por válida ninguna información, salvo que sea sometida de manera rigurosa, a criterios epistemológicos y no epistemológicos:
a. Criterios epistemológicos:
- La reputación de la fuente. Es importante saber quién produce una página de internet, si es un particular, una institución académica, una empresa. Cuál es su volumen, su trayectoria, etc.
- Experiencias previas con esa fuente y recomendaciones: en ocasiones, acudimos repetidamente a una fuente, o bien recibimos recomendaciones de la misma, por parte de fuentes confiables.
- El URL de una cuenta nos da mucha información. Una mirada atenta nos permite dilucidar si se trata de una empresa o una institución sin fines de lucro, una institución educativa o un particular. En la URL puede aparecer el nombre de una universidad conocida, pero siempre es necesario cotejarlo para verificar que no se trata de una similitud intencional y no de un URL auténtico.
- La vía de enlace por la cual se llegó a la página, y la cantidad de enlaces desde y hacia ella: así como el URL, el enlace desde el cual llegamos a la página o bien, los enlaces que parten de ella dan cuenta del nivel de confiabilidad de la misma.
- Actualización de la página: ¿Cuándo se actualizó por última vez? ¿Qué actividad se registró recientemente?
b. Criterios no-epistemológicos:
- ¿A qué intereses responde esta información y esta manera de presentarla? Toda página tiene propósitos, algunos explícitos y otros implícitos. La manera de presentar la información, el tipo de información que presenta, los “destacados”, los “resaltados”, son datos que vale la pena buscar, leer e interpretar.
- Analizar el contexto en el que aparece la información: el diseño, la organización, los colores elegidos, los textos destacados, la distribución de los espacios. Todo ello es parte del contexto que la página propone y construye como parte de su ideología y de sus intereses.
- Lo que no aparece, lo que falta en la página. Preguntarse por la información faltante es también un modo efectivo de indagación crítica.
- Construir criterios evaluativos para la lectura de imágenes, sonidos y videos. ¿Cuántos aparecen? ¿Qué lugar relativo ocupan en la página? ¿Cuál es la relación entre estos textos multimediales y los convencionales?
Como podemos ver, no es poco lo que un adulto puede hacer para orientar a niños y adolescentes frente a la masa de información a la que la red nos somete.
En próximas entregas, continuaré con esta temática y la profundizaré.
Los invito a enviar sus comentarios.
Marcelo I. Dorfsman
Su otra faceta, la comunicativa, es igualmente importante y a ella nos referiremos en otro artículo.